En las fotografías que describen el trabajo en los talleres textiles o en la granja-huerto de Les Corts, la discreta presencia de una monja al fondo no informa sobre la verdadera realidad de un régimen de trabajo realizado en condiciones penosas y que, a través de la venta de labores y productos agrícolas, reportaba cuantiosos beneficios a la orden religiosa de turno.
Los talleres con maquinaria textil se organizaron tardíamente en las cárceles de mujeres para reclusas que redimían pena: para el caso de Les Corts, hubo que esperar hasta principios de los cincuenta. No por casualidad, las fotografías de los talleres textiles que figuran en las Memorias del Patronato para la Redención de Penas por Trabajo pertenecen a la última época de la cárcel barcelonesa. Al contrario que en las prisiones masculinas, y en una muestra más de discriminación hacia las mujeres, los talleres mecanizados que se abrieron en las cárceles femeninas fueron tan escasos como tardíos.
Sin embargo, existía un trabajo de costura mucho más extendido y nada publicitado por el régimen que era el que realizaban las presas de manera informal, para mantenerse a sí mismas y a sus familiares, mediante la venta de sus labores en el exterior. Una práctica laboral de la que no se ha conservado ninguna fotografía. Los testimonios, en cambio, evocan la imagen del patio y las salas de Les Corts llenas de reclusas cosiendo durante largas horas para sobrevivir y mantener de paso a sus familiares.